jueves, 25 de septiembre de 2008

La Mesa Coja (Sergio España. La Segunda. 24.09.08)

El profesor de la U. De Chile Mario Waissbluth ha agitado aguas con un artículo en el cual señala que el Estatuto Docente ha sido una tragedia mayor que el Transantiago, lo que –afortunadamente- no ha pasado inadvertido tanto en opinión de expertos, sino de ciudadanos comunes y corrientes. Pero además de la reflexión, Waissbluth propone una acción que por simple cuesta entender que no se haya intentado antes: un movimiento no en pro de la calidad de la educación genéricamente, sino con un fin muy concreto y evaluable: que el 20% más pobre de los estudiantes tenga la misma calidad de educación que el 20% más rico en el año 2020. Así de simple.

Esta propuesta de acción para que tenga éxito debiera traspasar el círculo tradicional de los académicos, los políticos (lo que no es poco) y de las organizaciones gremiales (más difícil aún) y convocar a la cuarta -y más ausente- pata de la mesa: los padres y apoderados. Un señal promisoria que en menos a menos 10 días de lanzada la propuesta de www.educacion2020.cl, el Facebook respectivo contabilice más de 8000 amigos. Una señal incipiente de la acogida que ha tenido la iniciativa.
La evidencia respecto del impacto de la participación de los padres en la escuela es incuestionable. Entre otros, Brunner, Elacqua e Infante indican a la toma de decisiones escolares adecuadas, la reducción de deserción escolar así como de posibilidades de repitencia. Pese a ello, el 85% de los apoderados no considera su participación en la escuela como un objetivo esencial, según un estudio del CIDE. Los padres más participativos lo hacen en los colegios particulares pagados y, en orden decreciente, en establecimientos subvencionados y municipales.
La participación de los padres al interior de los colegios sería un catalizador poderoso de cambios que rompa el círculo perverso que dejó en evidencia la tramitación de la Ley General de Educación. A mayor participación, aumenta una demanda nítida y – muy especialmente- articulada a favor de los cambios sobre los que hay consenso. Una de las claves que haría posible este proceso es mejorar los niveles de información por parte de los padres para así generar opinión y conductas concretas de los usuarios del sistema. Un estudio de GiroPaís- Subjetiva señala que un 94,2% de los entrevistados con hijos en el sistema escolar es incapaz de dar una cifra en el rango posible sobre el SIMCE de su colegio. La cifra no difiere mucho de la obtenida en un estudio similar del año 2003. En una presentación de dicho estudio ante el entonces ministro del ramo, Sergio Bitar, éste señaló que la cifra era esperable y natural. Para que haya cambios se requiere aspirar a que nada de lo que pasa sea esperable y natural.

Mientras no se haga el esfuerzo por aportar información útil y entendible que efectivamente estimule la demanda, en el debate en los medios se seguirá hablando de la LGE, LOCE, SIMCE, MECESUP, JEC, etc (como ironizara un columnista hace algunas semanas), los candidatos alcaldes seguirán eludiendo el comprometerse concretamente en sus campañas con cifras de mejoramiento del SIMCE en sus colegios, y los profesores seguirán justificando su rechazo a la evaluación de su trabajo, entre otras situaciones que debemos lamentar. Ninguna de estas situaciones tiene consecuencias.

Hay espacio para este esfuerzo, la misma encuesta Giropaís-Subjetiva citada indicaba que 42% de los que tienen hijos en colegios subvencionados y un 58% en colegios subvencionados están satisfechos con la calidad de la educación que estos reciben versus un 92% de los padres en establecimientos privados.

Se requiere abrir la comunicación, con una agenda que les hable directamente a los padres (a los mismos que en un 80% creen que sus hijos tendrán más oportunidades que las que ellos tuvieron) y ponerse metas concretas y evaluables. Por ejemplo: para el Bicentenario el 66% de los apoderados de los colegios particulares subvencionados y municipales no sólo deberán estar informados a cabalidad del Simce de su establecimiento, sino que tendrán los elementos para entender efectivamente lo que la cifra (con sus variaciones) significa. Cumplido ese objetivo, es posible pensar en otros como medidas concretas de participación para estimular la demanda al interior del Colegio: por ejemplo, exigir compromisos de gestión a través de la entrega de estados de avances de los planes anuales para el cumplimiento de los contenidos mínimos que reciben sus hijos.

Es hora de pensar simple y grande.

ver texto:
http://www.lasegundadigital.com/modulos/catalogo/Paginas/2008/09/24/LUCSGCR09SG2409.htm?idnoticia=CUB11AIKR20080924

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